El’ eterno retorno’ del que
hablaba Nietzsche es una
fantasía. La vida que conocemos no va hacia atrás. Retomar métodos
antiguos no
supone retornar al pasado. El tiempo es lineal y los cambios en la
naturaleza
nunca vuelven a recomponerse. La vida es un
impulso hacia delante queramos o no. Lo que
sí percibimos es una profundidad temporal, que se hace más grande a
medida que
tenemos más años. Esa capacidad para recordar el tiempo pasado se nos
proyecta para
concebir el futuro, y así establecemos la línea virtual del tiempo;
pero no nos
desplazamos en ella más que en un sentido, hacia hechos nuevos, que
suceden en
un presente perpetuo, y a la velocidad que el propio tiempo marca. El
tiempo no
se puede asir ni manipular, nos atraviesa como un viento abrasador.
El ‘eterno retorno’ es una
creencia, y vale. Pero no tiene
lógica. Si el tiempo humano hiciese un bucle para volver al mismo sitio
lo
primero habría que establecer es desde dónde se vuelve y a dónde se
vuelve.
Porque si el tiempo es cíclico podía haberse dado la vuelta hace 5.475
años,
por ejemplo, y no haber llegado hasta aquí. Y si ha llegado hasta aquí
¿se va a
parar para volver justo ahora?
Los empeños por volver a
situaciones anteriores intentando
establecer las condiciones en que sucedieron los hechos que se desean
revivir
suelen dar malos resultados. Ya nunca será lo mismo. Empezando porque
ese
pasado-futuro ya no es nuevo, está contaminado por la información de sí
mismo y
eso le convierte ya en un tiempo distinto del que fue.
Nietzsche era un hombre
enfermo que tuvo que dejar su
trabajo como profesor de filología por no poder desarrollar una tarea
de manera
continua, y en sus escritos se plasma esa disrupción de la coherencia
discursiva, escribiendo en frases cortas a modo de aforismos que más
parecían
notas que dejó sin desarrollar. Los
argumentos a muchas de sus afirmaciones por lo tanto los pone quien las
lee.
Quizá por eso tiene tanto éxito. Éxito que le llegó a Nietzsche antes
de
morirse. Fue elegido por los nazis para ser el fundamento filosófico de
su
ideología, como si fuese un profeta. Con los principios de su
pensamiento el
nacionalsocialismo asentó su derecho a ser una super-raza, usando como
espaldarazo la idea de ‘super-hombre’, que en realidad en Nietzsche
parece que no
era sino superar la idea del ser humano como menor de edad y de que
dios a
través de todo su clero tomase las
decisiones morales en su vida. Vamos que era una metáfora, supongo, tan
metáfora como en principio parece que lo es el concepto de dios. Porque
si
alguien no cree en dios ¿qué sentido tiene que anuncie su muerte?.
Pero a lo que iba, esperar
un futuro que es la reencarnación
de un pasado que nos fue glorioso en otras vidas, aunque no sepamos ni
en
cuáles ni cómo, es una comida de tarro tan grande como esperar ‘la
gloria
eterna de nuestro señor jesucristo’. Dicho esto desde el respeto.
Siempre es lo
mismo. Control y manipulación de las personas a cambio de una promesa
esperanzadora pero que se cumplirá en otra vida.

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