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Política en 3D / La justicia
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En la naturaleza no hay justicia, rige la ley de la necesidad. La
ley natural impone la supervivencia y el único objetivo de todo ser es
el de persistir en sí mismo, no sucumbir. Como la especie humana no
tiene suficiente fuerza ante el resto de los animales y las
inclemencias del entorno para persistir en sí misma necesita de la
cooperación entre sus individuos. Y esta cooperación implica la
imposición de reglas de comportamiento que todos deben asumir: las
leyes. El cumplimiento de estas leyes es lo que se llama justicia y el
no cumplimiento injusticia. Pero cuando respetándose estas no cumplen
su función de cooperación para la supervivencia, entonces, también se
dice que no hay justicia. Porque el objetivo de la justicia no son las
leyes en sí mismas sino la salvaguarda y la seguridad del grupo
humano.
No hay agrupación humana que no posea normas, leyes, que
garanticen o lo pretendan, la viabilidad de las condiciones que
consideran necesarias para su supervivencia. Pero no todas protegen a
todos los sujetos por igual y entonces el criterio de cooperación se
rompe, el individuo no protegido responde al instinto de persistir en
sí mismo rechaza las leyes e intenta instaurar otras mediante una
lucha de poder.
La sensación de injusticia ante la desprotección de las leyes es la
matriz que ha generado las guerras en la historia humana, cuyo
objetivo es imponer las que más benefician al que detenta el poder,
entendiendo poder no como la autodeterminación de las propias acciones
sino como la posibilidad de subordinar a otros. Así la lucha no termina
nunca porque siempre hay quien se siente injustamente tratado. Sobre
este comportamiento Arendt establece dos clases de personas en su obra
“Sobre la violencia”, por una parte están los que no necesitan dominar
a otros y se relacionan con ellos de igual a igual y por otra los que
aceptan, en una dinámica perversa, ser dominados hasta que se presenta
la oportunidad de dominar, arrogándose el derecho de poseer tanto la
riqueza como la libertad de otras personas: poder = poseer, como un
valor intrínseco a su derecho a la identidad.
Identidad y poder son dos parámetros en relación directa, no se
entiende la identidad sin poder, y a más poder más identidad. El que
pierde el poder no puede mantener el derecho a su cultura, su
religión, su orientación sexual, o el tipo de educación que le dará sus
hijos, y pierde también el derecho a los beneficios de su trabajo. Todo
eso se lo queda el poderoso para engrandecerse, promulga leyes que
protegen esta subordinación a su favor y criminaliza a quien atendiendo
a su instinto de identidad se le opone.
Para lograr la aceptación de esta insolidaridad por parte del poderoso
este ofrece protección y cultura. Una identidad con valores que
en realidad no representan en mucho al dominado, que ya lo decía Marx,
pero que como ardid funciona, aunque no siempre. Y menos ahora
que vivimos en un mundo cada vez más globalizado donde la convivencia
de culturas tan dispares se impone. Es muy difícil ofrecer valores de
vida cotidiana que convengan y convenzan a una multitud tan
heterogénea. La moral, ese comportamiento social identitario, es un
sistema emergente que aflora en los grupos humanos de las maneras más
diversas, que se hereda y se construye, se renueva.
Un partido político en nuestra democracia occidental representa unos
valores determinados, pero no todos, las mayorías parlamentarias son
por eso negativas, resulta muy difícil representar valores de los
ciudadanos en los que los miembros del partido no creen. Ante estas
coyunturas se presenta el Wikipartido como un partido único que
respeta la identidad de cada sujeto, acoge toda clase de ideologías y
donde se escoge la propuesta que tenga más votos para defenderla. Pero
eso no es un partido sino una versión de organización política de
carácter asambleario, un concepto muy viejo aunque se presente en
formato 2.0, que ha sido rechazado como sistema de gobierno de estado
por ser fácilmente manipulable. El populismo y el totalitarismo van de
la mano.
Los miembros de una sociedad no se comportan moralmente de manera
individual sino en grupos, en comunidades y asociaciones con el mismo
sentido moral y, según Rowls en “La justicia como equidad”, una
sociedad democrática no es una comunidad o asociación ni puede serlo,
"es un conjunto de muchas asociaciones que contiene dentro de sí y que
la cruzan y atraviesan sus fronteras políticas. No comparten la misma
moral pero se comprometen a a hacerse justicia mutuamente".
Para conseguir que los ciudadanos sean libres en una sociedad
democrática deben compartir unos valores básicos, necesitan un “sistema
equitativo de cooperación –justicia retributiva- a lo largo del tiempo,
de una generación a la siguiente, que acompañe al ‘pluralismo
razonable’ como condición permanente a las instituciones democráticas
libres”.
Cooperación solidaria, respeto a la identidad y transmisión
generacional. ¿Quién da más?.22/08/13
banco de
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